Suena la alarma del celular, abro los ojos y despierto a las 7 de la mañana para ir a clase de 8 como todos los martes y lo hago exactamente a esa hora porque la noche anterior han pasado por mi mente cálculos de cuánto me demoraré haciendo cada cosa al despertar: 10 minutos bañándome; 10 minutos vistiéndome; 10 sacando la moto, calentándola y llegando a la casa de Julio, mi compañero de universidad quien vive a la vuelta de mi casa y al que siempre debo esperar cuanto voy a recogerlo; 20 minutos de la casa a la universidad y 10 bajando del parqueadero al salón de clase, parece perfecto.
Así que con el tiempo preciso me levanto de mi cama, con toda la calma del mundo, veo a mi madre haciendo el desayuno, el cual nunca alcanzo a comer porque como podrán ver no está entre mi pequeño cronograma, sigo hacia el baño y al lado derecho está mi tío, que vive con nosotros, está separado hace más de 20 años y es muy amargado. Me baño salgo rápidamente porque observo el reloj y me doy cuenta de que son las 7:20, es decir, voy retrasada respecto a lo que planee, me visto y salgo rapidísimo a la casa de Julio mientras mi mamá me grita “y no va a comer nada” y yo digo “no, yo como algo en la universidad” aunque en el fondo sé que es mentira porque no llevo ni un peso y además prefiero no comer y ahorrar para otras cosas, ella vuelve a gritar mientras yo arranco mi moto y me dice “que le vaya bien” yo respondo “sí, chao”.
Cruzo la calle en contra vía para llegar a casa de Julito, pito y desde el fondo de la casa me hace señas de que espere, yo espero impaciente porque ya son las 7:45, así que vamos tarde. Sale rápido con su saco y bolso en mano, le doy el casco, se monta en mi moto y arrancamos a toda velocidad mientras me hace preguntas yo le respondo y viceversa, hablamos de todas las cosas del día anterior de las cuales no estábamos enterados. En ese lapso pasamos por la estación de buses del barrio Santander, lugar de orientación para aquellas personas que se dirigen para mi casa, ubicada al lado izquierda igual que el puesto de salud que se encuentra más adelante; luego al lado derecho la cancha de tejo y la cancha de futbol llamadas “Dos amigos”; después la parabólica así le llaman a una antena que hay la cual da señal para tv. En ese momento han transcurrido 2 minutos y hemos pasado por 6 cuadras y para seguir en nuestro recorrido tengo dos opciones ya que en la parabólica hay un camino dividido en dos, o una Y que llaman, así que decido tomar el de la derecha, que es un poco escondido pero es más rápido para llegar al otro lado, y si que nos sirve porque nuestro tiempo se agota.
Cuando tomo ese camino, habiendo pasado tan solo 10 metros del inicio de este, le pregunto a Julio “y que hizo anoche” cuando en frente de mí veo a una abuelita que va pasando la calle. Ella lleva un costal al hombro, una camisa color fucsia, una falda larga azul y en sus pies lleva una cotizas, le pito mientras Julio me responde, pero ella no se inmuta así que cuando me doy cuenta ya la tenía muy cerca, alcance a frenar pero no fue suficiente porque la señora era muy débil y con solo tocarla cayó al piso. La moto estaba encima de mi pierna izquierda y no sé qué paso con Julio porque él iba detrás mío, solo sé que cuando frené pensé en no rayar la moto porque era nueva, llevaba con ella menos de dos meses, y ya la estaba inaugurando. Así que saqué fuerzas de donde no tenía porque mi tobillo y mi perna estaban raspados y doloridos y además la moto pesaba mucho, la alce y me dirigí hacia donde la abuela y me di cuenta de que Julio ya estaba ahí, al lado de ella, pero no le ayudaba ni decía nada entonces yo le dije “ayúdela” y él dijo “eso hago”. Yo le cogí la mano a la señora y le dije “señora, ¿está bien?” pero ella lo único que respondía era “ah, ah, ah”, la señora era sordomuda.
De pronto mire hacia los lados y la gente esta chismoseando todo, pero cuando mire hacia el sitio donde la señora se encontraba tirada ya no estaba, mire al fondo de la calle y la abuelita iba muy lejos. Todo el mundo gritaba “cójale las placas” yo solo los mire y les dije “no ven que yo le dije y no quiso, además miren donde va, yo no puedo hacer nada” una señora se me acercó y me dijo “mija ¿sabe qué? lo mejor es que vaya a la estación de policía y cuente que usted atropelló a una abuelita” yo me quede en silencio. Poco después revise mi moto la cual estaba rayada por el lado que tocó la carretera y Julio no tenía nada.
Nos montamos de nuevo en la moto y llegamos a una Y que hay más adelante, la abuelita había desaparecido, tomamos el camino de la derecha. Repetíamos la historia y nos reíamos de la habilidad de la señora para caminar tan rápido pero no en el momento indicado, cuando de pronto salió volando el retrovisor derecho yo frene y me baje de la moto lo recogí mire si estaba rayado y efectivamente era así, entonces mire a julio y empezamos a reír, quizás producto del shock en el que nos encontrábamos. Puse el espejo como pude pero cada vez que había un hueco en la calle se movía entonces paramos en una parte donde despinchan motos y le dije al señor “buenas señor ¿usted me podría hacer un favor? es que se me cayó el retrovisor ¿podría apretarlo?” El señor no respondió nada pero volvió con una llave fija de las que utilizan los mecánicos le dio dos vueltas al espejo y quedó muy bien, miré al señor y le dije “¿cuánto le debo?” y sonreí el dijo “deme dos mil” yo abrí mi cartera y vi que no tenía ni un peso le respondí “¡uy! tanto” y de manera agresiva me dijo” si ve, es que no valoran el trabajo di uno” y se fue refunfuñando; yo pensé ni que hubiera hecho que, tan avariento. Prendí mi moto y le dije a Julio “Ahora viene este viejo marica a joder después de que acabo de atropellar a una abuelita”.
Me fui despacio pues ya no alcanzábamos a llegar a las 8 y además porque no quería volver a atropellar a nadie. Llegamos a la universidad parqueamos la moto bajamos y me encontré al profesor Wilson, él me dictaba didáctica de la lengua materna 1, y le conté la historia y me dijo “por eso primero frene y luego pite” nos reímos. Yo me fui para el salón y recuerdo que estaba como en shock, no estaba en este mundo. De esta forma decidí salir del salón y llamar a alguien con el que quería hablar y el cual todo se esperaba menos que yo me acercara y lo llamara. Fue extraño porque hacía más de 8 meses que no nos dirigíamos una sola palabra. Le conté la historia de la abuelita atropellada mientras yo lloraba y pensaba me estoy desasiendo del shock. Él igual que siempre, mientras yo le contaba mi historia, animaba la situación con un chiste y me decía “entonces ahora atropella ropavejeros”.
Todo me imagine menos terminar hablando con él por ese motivo y contándole la historia para que me escuchara y desahogarme, pero así fue. Tampoco espere atropellar aun abuelita ese día. Todo estaba tan planeado que parecía perfecto. Aprendí tres cosas primero, cuando vuelva a atropellar a alguien, que espero no pase, dejaré la moto a un lado y me preocuparé por el atropellado, el pato y por mí de ultimo la moto; segundo, primero frenaré y luego pitaré y tercero en cualquier momento de la vida pasan cosas que ni usted ni yo no podremos imaginar.
Escrito por: ANDREA CAROLINA GÓMEZ BECERRA